viernes, 21 de mayo de 2010

La última esperanza

Ahora reinventaré la existencia de muchos sentimientos.
La amargura llegó a mi casa y no quiere irse
y yo le tengo pena y no se vale.
Quiero que se vaya pues me tiene el corazón
echando brincos y el escarnio de todos
(los que me hacen daño) se empoza
en mis rostro y el alma hiede
con todos sus recursos ignorados.

Hoy he dicho que nazca la esperanza en la sombra.
Que uno puede transformar las relaciones que lo atan
al mundo y hablo sobre todas las relaciones
aquí y ahora. Enviaré esta señal: «yo el merecedor
estoy siendo burlado por escarnecedores».
Echaré el mensaje al vacío dentro de una botella.
Ojalá no haya un mar de soledad que le encuentre.

Los que vienen a pagarme son deficitadores
que cobran ciertas deudas que no contraje.
Se inventan impuestos por el espacio que ocupo,
Me cobran el hálito del miserable vivir y entonces les pido
que me quiten el aliento, que acaben de matarme.

Pero hoy ya estoy más negro que la noche.
Y veo sombras donde quedaba una luz.
Y recuerdo que hay algo que se llama la Esperanza.
Es algo que suele, cotidianamente, no servir
para nada, pese a su gran prestigio.

La invoco. Ya es lo que queda sumado
a sus presencias y terquedades.
Sea pues como la última fibra de pellejo.
Cuando ya no tengo nada más, grito:
«Llévensela. Es de ustedes, asesinos».

23-10-2006 / LAS ZINAS DEL CARACTER

Carlos Lopez Dzur

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ENTENDER-ERA

Nosotros que fuimos llevados por la sangre de los pensamientos
Santos que fuimos
apartados fuimos de la carne
de la leche
nosotros que hablamos en el Sí bemol
porque vemos más allá de lo que canta el Hombre.
De la ignorancia que es campo de caza para el cielo que explota
en tormentas que nos hacen destino.
Nosotros que desde un principio supimos qué sería de un nosotros
cuando nadaramáramos en un mar inmóvil de Hojas sueltas
y entonces quién movería a quién
del agua/ de la vida/ del Libro con su página de cobranza.
Quién con su retorcijo de manos sobre nuestro cadáver
no puede entender que nada hemos traído
que otros motivos hemos heredado de otros
y que otros heredaran nuestros motivos.
Quién resarcirá a la madre que nos creció sobre nuestros labios
nos dio de los besos que jamás traicionan
sabedores que nada tiene sentido en la furia que nos lanza
con el fuego hacia el morir del animal hambriento
polvo abajo su cabeza tolerando golpes gritos mataduras
en las palabras que nadie olvidará
porque nada de esto nos llevará al Origen.
De rodillas, metidos en el tabernáculo
donde el electromagnetismo termina con las ruinas
trasmutación en las cenizas.
Cuando nada se oye todo se oye:
clemencia, clemencia se pide.
Dejadnos llorar como los desconsolados de palabras
amar como aman los de sangre los de tallos los de agua
sumergidos en espíritu de trascendencia.
Basta un instante, meter la cabeza y respirar ahogados
por exceso de Misterio.

Fanny G Jaretón

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