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lunes, 1 de octubre de 2007
Tango
MUJER DE TANGO
Se acomodó el funghi a la sesera,
se ajustó el lengue, y calmado
se recostó en el muro, a la espera
que del fato saliera algún finado.
La robó, la choreó, la hizo suya
y se llevo a la parda, de la rienda.
Las minas son del tipo que chamuya
y a cuchillo defiende bien su hacienda.
Un silbido y un paso prevenido
marcó el llamado a dirimir rencores.
La Parca ya esperaba, con honores
mudar al final, a un guapo descosido
Un farol y una luna competían
en marcar con sombras los semblantes.
Los cuchillos sedientos, vigilantes
buscaban envainarse y se mordían.
Uno murió, éste o aquel, sin fastos.
Un tango lo recuerda. Y una viuda.
Un farol, un zaguán y la Huesuda.
Y una sangre regando algunos pastos.
Elisa y María Elena, yo me alegro
de notar que les sienta bien el negro.
Otro vendrá y tal vez con mejor parla
Y... la milonga está para bailarla.
Carlos Adalberto Fernández
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Hombre de tango
El hombre, mas no cafisho,
interpeló a su funghi,
tras haber chamuyado
el horizonte.
Acomodó su cinto,
sus polainas,
brilló al viento
recostado en el farol.
Soñó que la hallaba,
un amanecer,
cuando la parca
intentó robar su esqueleto.
La mina ajustó sus senos,
entabló batalla,
arrancó su canto.
La muerte huyó vencida
del encuentro.
El hombre, mas no cafisho,
resurgió bandoneón-tango-cielo
nostalgia-ausencia- pasado
en la esquina amante sin desvelos.
Elisabet Cincotta
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DE HOMBRE A MUJER
Y al fin ¿qué hace un guapo sin su mina
Su naifa, su biscuit, su peor es nada?
Que cuando el quía la cree dominada
Es la jermu –tal cual- la que domina.
Un quiebre de cadera, y la potranca
Te deja con el lengue a la deriva.
Decí que uno pelea y no se manca
Pero cuando ella pide, che, te obliga.
Soy macho, y soga , no me achico
Y no me importa ser de ella un objeto.
Pues en el catre soy muy de respeto
Y no puede quejarse, siempre ubico
Y me salvó la vida y es mi vida.
Por su canto dejé el cafishio afuera.
Si ya sólo deseo que ella quiera
Soltar los senos y curar mi herida.
Carlos
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De mujer a hombre
Y al fin a qué cambiar rumbos
si en el catre la naifa
sustenta su amorío.
El choma, por más cabrío,
asume de perfil el tango,
en tanto ella subleve su armadura,
el lengue gentil de su caladura
incorpora el deseo llano,
ese que del amor nos vamos
cuando imperioso el sentir
nos lleva a desnudar afiches
y ser papusa paica, carmín,
que arremete a quien sea
por defender su querencia
suelta trenza, senos, percha,
sin dudar que su victoria
será compartir la gloria
con su media cebolla.
Elisabet Cincotta
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