domingo, 8 de febrero de 2009

A Emilio. He dado a luz

Todo fue muy rápido.
Di a luz ochocientas luciérnagas
que inmediatamente iluminaron la noche
con intermitentes y brillantes rayos.
¡Qué felicidad verlas desplegarse
por el medio ambiente
como faroles vivos,
como pensamientos plenos de sabiduría,
como antorchas salvajes,
como cañitas voladoras,
como diminutos incendios sagrados.
Gracias, Emilio, por haber depositado en mí
el germen de la poesía
que es el que hace nacer las bellas cosas
que iluminan nuestra vida.
Que cuando las noches los invada
aparezcan,
con su milagro natural y tierno,
con su pasión de bicho afortunado,
con su dulzura radiante y atrevida,
con su sutil remedo de fogata,
las ochocientas luciérnagas
nacidas de la esperanza y el amor.

Jorge Luis Estrella
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¿Ochocientos farolitos ?...
¿que he de alimentar a tantos...?
¡ mal rayo me parta, Estrella,
que sin hacerlo con ella
este caso, ¡ es un espanto !.
Me lo explicas muy bonito;
con palabras.., seductoras:
¿ puedes decirme tu ahora
donde esta ese dinerito
pa tanta luz comedora?.
Jorge, cariño...,
¡que es mucha gente parida
si he de encontrar la comida
para engordar a los niños!
He de hacerte una observancia:
¿quien te reboso esas lucesque ahora parida reluces,
si yo me hallaba por Francia?.

Emilio...muy mosca.

Emilio....no traga.
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Emilio, che, compañero,
mi esposo de fantasía,
olvídate del dinero
que todo ésto es poesía.

Me dices que eres capado
y también que estás en Francia;
no me importa tu pasado
y tampoco la distancia.

Imaginá nuestros besos
ardorosos y virtuales
deslizándose por esos
caminos satelitales.

Imaginá nuestro amor
grandioso y omnipotente,
perfecto como una flor,
con pasión iridiscente.

Bichos de luz he tenido
y todo lo demás se olvida
¿qué importa cómo ha ocurrido
si alumbrarán nuestra vida?

Jorge Luis Estrella
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