Tristeza compañera caminante,
llamada por el alma entre lamentos,
la voz te oigo como eco de los vientos,
fría, silente, azota lacerante.
Ayer tal como el hoy es inquietante,
locura distinguir los elementos,
si cegados ante demonios, cientos,
de mi se mofa la risa humillante.
No te llamo y te quedas a mi lado,
escondida en las sombras y me encuentras,
huyo a los mares y te vueles ola.
En un mágico mundo enamorado
suspirar besos de la dicha, mientras,
mis quimeras son rosas caracolas.
Ana Lucía Montoya Rendón
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Tristeza
dueña de la desilusión,
pregonera de la muerte,
no lograrás componer
mis átomos en tu velo gris
ni oprimir mi pecho
entre tus atractivas garras.
Te alcanzaré antes,
te colmaré de lamentos,
te aprisionaré entre mis piernas
y te llevaré a pasear
por los huecos misteriosos del amor.
Te venceré con mis quejidos,
te retorceré con mi aliento,
te aturdiré con mis gozos...
escaparás
cual reo huye de su celda
desapareciendo.
Te saludaré
con el gesto del fatídico adiós
y llevarás mi humeante genio
en tu corazón.
Elisabet Cincotta
derechos de autor reservados
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