domingo, 22 de enero de 2012

Mea culpa, manos locas, temor, ¿A QUÉ TEMER?.......

MANOS LOCAS


¨Fueron míos los temores, los sufrimientos
y el atisbo de locura instalándose en las manos.¨
Liliana Varela

majar la razón
para ablandar ideas
amasar suspiros
hasta convertir en pan bendito
el sufrimiento
los camposantos hoy son eras
divinos cultivos de amapolas
donde los muertos gozan
y ríen de los errabundos vivos
sí, los muertos ya desnudos
ríen de los desgraciados vivos
vestidos con trajes de dolor
porque la locura instalada en manos muertas
funge de verdugo presumiendo de artesano

ana lucía montoya rendón
noviembre 2011

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Mea culpa

"sin darnos cuenta que la vida se largó de madrugada
llevándose el archivo de los tiempos"
Ana Lucía Montoya Rendón


Fueron míos los pasos del desmedido anhelo
de la gracia de sentirme cruz antes que calvario.
Fueron míos los temores, los sufrimientos
y el atisbo de locura instalándose en las manos.
Y confieso. Sí. Confieso
Mea culpa el atropello de la vida,
el llevarme por delante el respeto
el asirme a un tren sin rumbo cierto.
Y ahora sólo resta lo eterno
la alicuota agria de esperanza
la embriaguez, el tedio de los días,
la espina clavándose en el alma,
el no saber-no poder controlar
nuestro camino...
y un agudo pero cierto resquemor
de no haber sabido vivir.

Lili
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¿QUÉ CONFESAR?

confesar lo que no se ha cometido
cargar lastres y posar de silenciosos
agachar la mirada con recato fingido
ante una voz exuberante
deliciosa 
y desnuda
es...
regalarle al demonio la inocencia
es creer que levitamos sobre arena movediza
sin darnos cuenta que la vida se largó de madrugada
llevándose el archivo de los tiempos
dejando sobre la almohada solo arrugas perezosas
confesar un pecado no ejercido
en pecar de mentirosos
cacareando ser lascivos

ana lucía montoya rendón
noviembre 2011
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Sin temor...tal vez


Temo a la palabra que en mis labios posarse pudiera
a la orilla de ese abismo que se abre sin llamarlo.
Temo a la hoguera encendida por otras manos
a la maleza cruel que se esparce entre los dedos.
Pero...
no temo. No. No temo la suerte propia
pero sí la ajena es la que me aterra.
¡Que cruja el cielo, el mar abandone mis orillas!
horfandad sea el índice que me señale,
que montañas horaden este pecho
pero no agrieten los ajenos, huracanes.

Y confieso. Sí. Lo confieso.

Liliana Varela
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¿A QUÉ TEMER?



el temor no camina por mi vera
si el susurro del Viento es mi compaña
porque él, el Viento
aleja las sombras de mi alma
dibuja puertas abiertas
pinta ventanas sin persianas
de los días eternos magnifica la esperanza
y complace a la Noche enamorada

¿quién le teme a los cantos de gorriones?
¿quién le teme al vuelo de los sueños?
¿quién,  si en la Vida se apuntala?

no señor!!
no hay en mi alforja temores ni murallas
no hay espectros furibundos en mi casa
solo hay un ser que adora prados verdes
navegante de  universos y poemas en cascada


ana lucía montoya rendón
noviembre 2011
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                     A LILIANA VARELA
                     A ANA LUCIA MONTOYA R



¿Han visto la Luna salpicada por la noche..?

O ¿Cómo vibra el canto de las sombras..?

¿No han visto como juegan los deseos

Extasiados del miedo del silencio..?

¿No perciben el perfume de las ansias

Cuando tocan los dedos entrecejo..?



No miran los fuegos que se encienden

En remolinos de luz y sentimiento..



Mas allá, se esconde muy sombría

La espera que se pierde en laberintos,

Mientras deja que aparezca con su esencia,

El momento sublime donde juega

Hombre/idea que naufraga en lo infinito.



¿A que temen..?, si el mañana ya se acerca

Y se bebe el néctar, que derrama

La mañana que despierta con sus gritos..



¿Será acaso, que allá en la lejanía

Aun murmura el fuego.., donde existo..?



JESUS ALBO



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porque la locura instalada en manos muertas
funge de verdugo presumiendo de artesano
Ana Lucía Montoya Rendón

Y los muertos se ríen de los vivos
de sus pesares, sus miedos, sus inquinas.
Qué queda entre las manos sino brisa
que no es nada más que  aire envenenado.
Y la locura se instala amiga mía
y soy más cuerda que el mejor de los mortales
porque ahora me doy cuenta del abismo
en que caigo cada día al soñar.
Muerte viva que no quiere pan bendito,
una llaga ilimitada en la hondura
de este grito que requiebra.
Y temo tanto. Sí, lo confieso.
No quiero más penitencia que la Divina
un estado de Gracia absolutorio
que sólo orate
-tal vez-
pueda alcanzar.

Liliana Varela

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