martes, 18 de septiembre de 2007

HOY, TANGO

Carlos Adalberto Fernández
Para todas las diosas
Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Ya suenan los primeros compases. La observo. Se estira lánguida en su asiento, comienza a ondular siguiendo el lamento sinuoso del fueye.
Entrecierra los ojos. Sufre. Goza. Padece el tango. Es mi presa. Cuando se unen necesidad y tango, soledad y tango, libido y tango, ya estoy al acecho.
Inicio el ataque. La veo atrapada en la telaraña del lamento masoca del violín, me acerco, ángulo 100 grados, que me perciba recién a distancia de ataque.
Ni le hablo. Extiendo la mano. Invito a la ceremonia, al acto sagrado e íntimo. Corrijo: no invito, convoco. Ya sabe que está marcada, obedece, como al destino.

Frente a frente, su mano eriza mi nuca, mi mano (anular y medio) intuye el vértigo de sus dunas. Esperamos, un tiempo, dos tiempos, un imperceptible balanceo y el paso lateral junto con el golpe inicial del llamado tribal de los bandoneones.
El violín se vuelve íntimo, sugerente de, no sé. La retengo, la hago volver, sus muslos rozan mi pierna, en pleno kyrie. Una pausa, la sangre volando en las venas, las neuronas invadiendo los poros, un clímax que se sublima en el paso que separa los alientos iniciando el giro explosivo de la danza bajo el desenfreno del bandoneón.
Ya somos uno, o sea tres, ella, el tango y yo. Sufrir, gozar, morir en el lamento desolado de la cuerda punzante que licua y funde las almas de los oficiantes. Agonizar en la ronquera patética de los bajos. Estallar en mil puñales hacia adentro, por el aullido terminal de la nota estirada hasta la angustia. Quebrarse, moldearse a golpes por la turba de violines y fueyes en retumbante marcha guerrera.
Somos un cuerpo, lúcido y pegado a los sentidos, solos de toda soledad en el espacio metafísico del salón. No hay distancia, no hay luz, sólo la nota que rodea, invade y disuelve, los dedos que conectan almas en celo musical, cabezas juntas, atentas y ciegas. Flotamos girando entre notas y silencios. Pausa, y dolor. Pausa, y rencor. Pausa, y otra pausa, impiadosa, cruel.
Pero yo la sostengo, ella lo siente. En el espacio oscuro e ilimitado, el dorso de mi mano la dirige, sus terminales nerviosas concentradas en un punto de su espalda. Otra mano la sostiene, la retiene. Y ella danza, flota en mis brazos.

El tango se arrastra, vencido. Agoniza. Tres compases, lentísimos, trágicos, y muere. Flojos los hilos, las marionetas sueltan los brazos, caen las cabezas; se apagan las miradas.

La hice de goma. Tengo que llevarla hasta su mesa, la ayudo a sentarse. Siento un "gracias" desfallecido, apenas suspirado. No le hablo; me retiro lentamente, hasta desaparecer de su ángulo de visión. Sé –estoy seguro- que su mirada me sigue hasta la orfandad.
Tengo todo controlado. Si el próximo tango ayuda, quiero que me busque, no a la pareja de recién, sino al hombre de su vida.
El Abrojito. Justo, el golpe de gracia. La siento estremecerse, la piel erizada. Inicio el desembarco final.
Un tipo se le acerca. Le dice un "me concedería esta pieza" jurásico. Ella, recuperada, como si nada, responde un "encantada" del mismo período. Se levanta elástica, pantera alerta, e ingresan a la pista. Ni me ve.
Y, claro, las mujeres son multiorgásmicas. Devoran machos de felpa y descansan, lánguidas, soñadoras, relamiéndose de su última víctima, hasta la próxima.

Pero esto no puede quedar así. Me tomo una bebida energizante y me echo tres milongas al hilo con la primera que pesque en el salón.
Carlos

************ ********* ********* *******

BAILE

Él se acerca. Lo veo, no distingo su rostro, sólo la silueta esbelta, erguida y campaneante.
Lo presiento buscando una noche acompañada. Ahora veo sus ojos, me mira, no puedo sustraerme a cierto encanto sensual que deja estelas.
Observo el salón, el piso, las figuras, el humo gris de la penumbra.
Su mano me toma, no me resisto. Proclamo bandera de tango cuando su mano dirige el baile. Somos dos por un instante, uno por la eternidad del ritmo. Ambos sentimos la música, garabateamos imágenes, la melodía nos penetra, auguramos placeres silenciosos. La cadencia se hace lustre entre baldosas. El bandoneón nos llora ausencias, nosotros presentes, hoy rotamos la historia.
Soy pieza maleable en sus manos, me dejo, me venzo, su respiración me vence, me acompasa. Si en este momento me hablara nada retendría mi hacer, sumaría mi cuerpo a su cuerpo.
Los últimos sones, nos separamos miro sus ojos, espero su mano. Me guía hasta mi mesa y se va... no lo puedo creer... se va.
Arranca la orquesta, El Abrojito, espero su llegada acalorada, renacida de tantas soledades, embebida de nostalgias para compartir en alguna cita, una cita entre brazos y pasiones, deseos, perfiles nocturnales y ojos melancolía.
Nada, allá lejos lo vislumbro. Un tipo me pide bailar como antaño... y bue, hago tripas corazón y acepto.
Otra vez la soledad, él se fue a la barra, y yo como una tarada mirándolo de reojo a la vez que intento que mi pareja no me pise más.
Vuelvo a la mesa. La puta madre... milonga, desde aquí lo veo romper baldosas, cómo baila este hombre, podría estar toda una vida a su lado.
Pero como dicen los pibes ya fui.

Elisabet Cincotta

************ ********* ********* ********* ****
-¿Se acuerda? Nos debemos una, creo. ¿Bailamos?

Carlos

************ ********* ********* ********* ****



Recordé una película antigua que me había impactado "Danzón" y como no podía permitir que ese tipo, mi tipo, hubiese partido fui cada sábado al bailongo para tratar de hallarlo.
Muchas noches de planchar en la mesa con la ginebra por compañía, no podía bailar con nadie ya. Ese hombre era el hombre, el tango, el motivo.
Demás está decir que recordar su perfume, su aliento y el juego de su mano en mi cintura recreaban todo un jardín primaveral en mi cuerpo. Pensarlo era navegar por las quebradas del deseo, la magia del amor sin palabras, la sensualidad de la danza hecha materia.
Buscar la figura, los ojos, era un objetivo del que no podía apartarme.
Las chicas me cargaban, me decían a qué iba si no bailaba.

El quinto sábado... estoy a punto de desistir. Alguna lágrima rebelde empieza a correr por mi mejilla cuando decidida me paro para irme.
Otra vez El abrojito... vino hacia mí su perfume, su mirada, su agarré de hombre, el poder que hace sentirse embriagada de mares, cielos, amarillos y verdes. Suspiro me refriego los ojos secando esa gota de sal llena de tristeza.
-¿Se acuerda? Nos debemos una, creo. ¿Bailamos?
Mi corazón da un vuelco, sé que estoy roja. Me dejo llevar a la pista. Un aroma a mujer enamorada satura el lugar.
Ya no habrá nada en el debe.


Elisabet Cincotta
************ ********* ********* ********* ****
Te llevo como abrojo, piba, un cilicio
de deseo y nostalgia, de carencia
de un baile, que dejó como un suplicio
tu carne disolviendo mi conciencia.

Tu cintura, tu aliento, tus temblores
y mi sed que te evoca y te convoca
así, con piel en piel y boca en boca
a licuar en un tango los ardores

Quiero hundirme en tus carnes, inmolarte
hacerte mía y darme, continuemos
La pista nos espera, ya. Bailemos.
En esta quinta noche quiero amarte.

Carlos
************ ********* ********* ********* ****
Con miradas, sin palabras,
alientos y remembranzas
pego mi cuerpo a tu cuerpo.

Esta noche no habrá distancias
mis sábanas violetas lucirán
flotantes al viento .
Seremos uno...
pollera de lino-tajo-luna- misterio.

Mi mano hablará del deseo,
jugará paciente en tu cuello.
La tuya, seguirá cadencias
meciendo mis caderas.
Cerraré los ojos
sentiré los besos.
Habrá encuentro-
un hoy de tango, bulín,
vitrola y ayes placenteros.

Esta mina quiere amarte,
se deja en silencio.
Mañana será después...
Bailemos

Elisabet Cincotta
************ ********* ********* ********* ****
Un vaivén, un viene y va,
la barca del amor se mece
y el deseo encrespa y estremece.
Tu piel ardiente, palpitante
reverbera en mi boca y en mis dedos.
Tus valles, tus colinas iluminan
el sendero crucial, del infinito
dolor-placer de la embestida.
Quiero morir en vos
quiero tu grito
te quiero poseer, mujer.
y ser tu esclavo.
Carlos

************ ********* ********* ********* ****
Acomodo mis palabras,
bebo del tango su armonía,
recompongo la mirada.
Es tarde me despido.

Me llevo el sueño
de andar haciendo camino.
Me abrazo al recuerdo
vereda, farol, faso, latido.

Ya no habrá otro sábado...
para qué lo quiero
si tengo tu voz en mi oído

Elisabet Cincotta

No hay comentarios: